jueves, 23 de febrero de 2012

Otros espías


Vancouver. Robson Street. 3:20 p.m
Efectivamente los espías siguen arañando las fachadas de los rascacielos azules de Vancouver. Hoy he encontrado a otros voladores capaces de verlo y saberlo todo. Altos, muy altos, aéreos, cometas, globos aerostáticos, concentrados exclusivamente en los ruidos de sus tripas.
-       Hey John
-       Hey Karl
En realidad solo podemos ver a John en esta foto, Karl deberá ser imaginado al otro lado, tal vez en la azotea, sentado sobre el aparato de refrigeración del edificio, por ejemplo, o haciendo estiramientos mientras sube el volumen de su ipod cuando empieza el último disco de las Kittie, I´ve Failed You, o podría estar Karl poniéndose el polar- quitándose el polar-poniéndose el polar, o quizás llamando por teléfono a su madre que vive en Coquitlam, donde esta mañana han atracado a una señora de su edad con una navaja, y le estaría pidiendo a su madre tranquilidad precaución y siempre prudencia, o estaría Karl maldiciendo a todos los cabrones que asaltan a mujeres indefensas por las calles de los barrios tranquilos de Vancouver. Podría estar Karl tomando sushi mientras repasa mentalmente el último partido de Hockey entre el Toronto y el San Antonio. Podría estar simplemente esperando a John para tomar un café en el Blenz de la esquina, podría estar Karl preparando sus arneses, podría estar rezando, cocinando, meando, escupiendo en las aceras del otro lado, jugando a ser el chico malo del barrio que nadie pilla, podría estar juntando las manos para decir por favor y gracias al mismo tiempo, y podría estar Karl justo ahora mismo, situado en mi misma diagonal de pura geometría interestelar, en esta tangente aérea, haciéndome una foto a mí mientras le apunto con mi cámara imprecisa. Podría estar Karl apostado en algún rincón invisible de esa esquina lateral izquierda, por ejemplo, donde en este momento veo una cosa parecida a un reflejo de una luz que quizás pudiera ser un flash o solo el sol, o un cristal, o el filo de un cuchillo, el filo de la navaja del asaltante de Coquitlam, podría ser cualquier cosa parecida al flash de una cámara de fotos que se acciona en el mismo momento en el que yo hago clic con la mía y entonces somos dos guardándonos la imagen en el bolsillo.
Ellos son dos espías y nada es azaroso, todo es fruto de una estrategia compleja que termina como terminan todas las estrategias complejas de este mundo, con una pregunta. La pregunta. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario