domingo, 26 de febrero de 2012

Juego de gatos y llamada de teléfono. Katie, dime.


Supongamos por un momento, que el gato A, gordo, rechoncho, de piedra picada en mina torda, áspero al tacto, sin definición y guardián de la casa, supongamos que el gato A tuviera algo que ver con el gato B, en cierto modo estilizado, reposado y a la vez expectante, mirada fiera, anciano y contundente.
Supongamos que el gato A y el gato B, fueran los dos la representación de una misma cosa.

En caso afirmativo, habría que concluir que tengo un gato sagrado, el gato A, custodiando una de las puertas de mi casa en Vancouver.
Habría que añadir también, que el gato A no es sino una gata (como lo es el gato/gata B) y que por obvias alusiones a las deidades del Antiguo Egipto de la segunda, se deduce que tanto A como B son una representación de la Diosa Bastet, protectora del hogar, símbolo de la alegría, la felicidad y del buen vivir.
Se deberá pensar entonces en la época de Ptolomeo III, y por tanto en el propio Ptolomeo III, casado con Berenice, que murió envenenada a manos de uno de sus hijos, el mayor, tal vez, el más audaz, el más rápido, el más odiado; el mismo que la hizo llorar en los minutos previos a sus póstumos.
"El mismo dolor del parto para mi muerte" 


Berenice, la misma mujer que habría sacrificado su magnífica cabellera en virtud de la protección de la vida del conquistador Ptolomeo, ella, la mujer, la reina, la consorte, ella juró en voz baja una cosa esencial que nadie puedo escuchar porque todos estaban lejos.
No hubo nadie para acompañarla hasta la puerta del templo de Bastet. La divinidad la comtemplaba desde su trono, sin mover un ápice de su cuerpo de piedra violentado por la trágica muerte de una reina. 

Caen monedas con su cara. Es el futuro. 

Nunca más el frío. Nunca más el miedo. Nunca más la sangre. 

Solo el templo dedicado a Bastet y las ruinas de la violencia, solo Afrodita y el recuerdo de su hermosa cabellera, solo las monedas acuñadas con su esfinge, solo el desierto, solo la larga cabellera, solo el hijo, el veneno, y Ptolomeo y solo el desierto y su esfinge, y la piedra, la gata, la diosa y los ojos, y los adioses, y los posibles y la cabellera, y el veneno, y la promesa, el juramiento, y la cabellera.





GATA A


GATA B. ©Consejo Superior de Antigüedades Egipcias


El gato A sigue donde estaba. Gordo y mirando para arriba. Y yo me pregunto, mientras abro la puerta de mi casa, qué fue lo que hizo Katie cuando salió de este apartamento hace ya demasiados días.
Mientras abro la puerta de la misma casa en la que Katie vivió, pienso y veo sus dos maletas esperando ya fuera de todo, sus gestos de despedida. 
 

Sospecho que Katie miró para abajo como miro yo ahora hacia el gato A, y sospecho que se agachó para tocarlo, para apartarlo, para darle la vuelta, para meterle los dedos en los ojos, para lamerle las orejas, yo qué sé. Algo de lo que hizo tuvo que ser inaudito. 
Me pregunto, entrando en casa y cogiendo el teléfono que suena, cómo se sintió Katie la última vez que habló con el hombre que sigue llamándola a esta casa, que me llama y no dice nada cuando descuelgo, excepto cuando él mismo quiere decir algo más que sobrepasa el silencio y la cordura.


Me dice que si está Katie
Le digo que soy yo
Me dice que no es mi voz como la de antes cuando yo era Katie
Le digo que las voces pueden cambiar con el tiempo
Me dice que eso es mentira
Le digo que yo miento muy bien, que conmigo nunca va a saber cuándo le estoy diciendo la verdad y cuando no
Me dice que a Katie no le gustaba mentir
Le digo que él creía que a Katie no le gustaba mentir
Me dice que si estoy insinuando que nada de lo que le dijo Katie fue verdad
Le digo que no es para tanto, que no he querido decir eso, pero que meterse en lo que es verdad o lo que no, es un asunto espinoso
Me dice que Katie tiene una amiga que se llama Berenice
Le digo que venga ya, hombre, que Berenice es una ciudad
Me dice que si yo soy ella, Berenice
Le digo que soy Katie y desde luego no soy Berenice, que nunca he oído hablar de Berenice
Me dice que le estoy mintiendo
Le digo que sí, que alguna mentira le he contado, pero que estoy cansada y que me deje, por favor
Me dice que perdón
Le digo que no hay problema, 
Me dice que busca desesperadamente a Katie 
Le digo que lo sé, que sé que me busca o la busca a ella

Me dice que a veces me llama por teléfono y no dice nada 

Le digo que eso también lo sé, y que por favor me diga algo porque siempre me ha inquietado más el silencio que las palabras
Me dice que lo hará, me hablará
Le digo que adiós
Me dice que hasta luego

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