jueves, 23 de febrero de 2012

Katie, Kuo Li, los ascensores y los lagos de Japón



KUO Li le confiesa a Katie lo siguiente, le dice que hace quince años tuvo una novia con la que iba a casarse en Corea cuyo nombre prefiere no decir en voz alta para no alterar el ritmo natural de las cosas.
Los padres de ella le habían concedido a Kuo Li su mano con una condición, que aprendiese inglés y pudiera cambiar de trabajo antes de casarse.
Él era reparador de ascensores, y por aquel entonces morían muchos mecánicos desprovistos de toda clase de seguridad en las alturas de los rascacielos coreanos. "No queremos que dejes a nuestra hija viuda" le dijeron "cuida de ti y cuidarás de ella" 
Kuo Li, que amaba profundamente a la que entonces era su prometida, se fue a Canadá a aprender inglés con todos los gastos pagados por sus futuros padres políticos. Esa era la idea, ese fue el plan. Pero durante el tiempo que Kuo Li estudió en Vancouver, además de inglés aprendió tres cosas inolvidables:
1.  No le gustaba su trabajo. Efectivamente odiaba las alturas y odiaba la idea de una muerte temprana.
2.  No quería que nadie le dijera lo que tenía que hacer.
3.  Había dejado de amar a su prometida.

En ese momento de la confesión, Katie deja escapar un leve grito de zozobra y mira fijamente a los ojos de Kuo Li que empieza a cantar la siguiente canción japonesa:  
Yo era capaz de volar,


yo era capaz de volar sobre los árboles


del jardín de la Primavera rebosada.


Ahora que la Primavera se ha ido,


He aprendido a nadar,


a nadar en los ríos y en el Ashinoko



Al término de la canción, Katie no puede dejar de mirar a los ojos de Kuo Li, quien ha pasado de ser un pájaro a ser un pez en solo seis versos.
Katie se hace algunas preguntas en silencio y cede su pañuelo de seda blanca con delicados dibujos azules, marrones y grises a Kuo Li para que pueda secarse sus lágrimas de lagos japoneses.
Las preguntas que Katie se hace en silencio podrían resumirse en la siguiente:  
1.   Cómo es posible que un coreano cante con tanta a afectación una canción japonesa, y que además entone la palabra Primavera はる (Jaru) como si nadie más fuera a pronunciarla en la vida, como si la idea de la Primavera se hubiera erosionado con el viento hasta volverse minúscula e imprecisa ¿Cómo pronunciamos las palabras que desaparecen?
Le gustaría a Katie hablar de las palabras que se extinguen, de las que se van, las que se guardan y se olvidan. Le gustaría a katie poder sonreír con ligereza en lugar de intentar adivinar si el lago Ashi en Japón guarda el secreto de los pájaros nadadores de los ríos, el nombre de la prometida, y ese dolor tan profundo de Kuo Li que brota inesperadamente con solo dos cervezas. Sin embargo Katie, en ese instante de extraordinaria transcendencia, sabe que debe levantarse y tomar un poco de aire fresco en Smithe Street, fuera, lejos, un minuto, o dos, sola, aire. 
Y lo hace, se levanta y sale del bar no sin antes pedirle a Kuo Li que por favor le pida a ella un gin-tónic con mucho hielo. 



1 comentario:

  1. Me estás consiguiendo enganchar Cristina; perdon,Katie. Esto es mejor que una novela. Desde ahora soy fan de tu blog.

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