domingo, 8 de abril de 2012

La descompresión. Katie por la izquierda


Percibo la caída libre y en picado. Percibo el dolor de muelas. Lejos, pero donde estuvo. Y percibo el apéndice despegándose de su carne para doler otra vez.
Hoy me afectan partes del cuerpo que pensaba no existían más que en los libros. Partes, que no son mías o que lo han sido y también lo son de ella, que le pertenecen más a ella que a mí.
Hoy siento dolor en el oído izquierdo. Y los pies ligeros. Y saltos, y un dolor de espalda que se concentra en el cuello.

De Katie solo podemos saber que tenía un esguince mal curado en su tobillo izquierdo, y que este hecho podría haber hecho de ella una excelente funambulista, una portentosa bailarina de sublimado plie; podemos saber que tuvo un problema serio en el oído izquierdo, y que a veces sentía cierto pudor al tener que admitir que no escuchaba bien las cosas que sucedían en ese lado, que se perdía la mitad de la vida, y que necesitaba que las personas le hablaran altísimo si acaso insistían en intentarlo desde ahí. Sabemos también que tenía la piel blanca, mucho, palidez extrema, y ojos azules, y alergia a las nueces, y una inopinada costumbre de cantar en la ducha una especie de country aflamencado de notas imposibles, y dolor de espalda, de cuello, de trapecios, dolor.  

Kuo Li la busca.
La está esperando a la salida de la tienda de firma en la que trabaja. El día ha sido espeso, denso, gris, uniforme, y hay muchas cosas que deben decirse hoy mismo, ahora, justo después del saludo.
Kuo Li se coloca en el lado izquierdo de Katie.
Ella camina, escucha sus tacones sobre el asfalto. Está cansada.
Kuo Li a la izquierda.
Katie.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Cruce.
Esta noche me apetece que hablemos de cuando éramos niños.
Semáforo.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Coches. Voces. Máquinas.

Silencio.
Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio.
Silencio. Silencio. Silencio.

Katie es ligeramente empujada desde el codo hacia atrás.
Kuo Li está frente a ella. Expectante. Sus ojos no pueden estar más abiertos.

- ¿Qué me dices? No te quedes callada, por favor
-      
-       Katie, dime algo. Lo que sea.

-       ¿Sobre qué?

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